lunes, 30 de noviembre de 2009

30 años de The Wall - Pink Floyd



¡Por muchos años más!

domingo, 29 de noviembre de 2009

Busco hacer pie en el mundo al revés

viernes, 27 de noviembre de 2009

Playá no.



Playá no, por favor.
Llegamos con 35ºC, un sol que parece que te va a taladrar la cabeza y ruidos. Muchos ruidos. Autos, música a todo volumen, pendejos que gritan, viejas que también gritan, el heladero, el de los churros, el de qué sé yo qué.
Bajo a la playa con falsa simpatía, tratando de soportar todo aquello, y mil millones de granitos de arena invaden mis ojotas y por lo tanto, queman mis pies. Me apuro, entonces, para llegar más rápidamente a la orilla, y más arena en tus pies tengo.
Ah, sí. Clavar la sombrilla es todo un tema. Que acá no porque la arena está seca, allá se vuela, acá nos da el Sol.
Clavan finalmente la bendita sombrilla.
Abrimos las reposeras, me pongo el protector solar porque parece que el Sol me está agujereando la piel y me siento a leer una revista. Una revista de esas que tratan temas de actualidad, como si nunca me informara. Pero bueno, no puedo leer algo que requiera demasiada atención debido a los acontecimientos imprevistos que pueden surgir: un nene está jugando con arenita toda mojadita y cae juusto en la revistita, alguien la mancha con el dulce de leche del churro, otro le tira la bebida encima. En fin. Leer algo interesante en la playa, a veces se complica un poco. Al menos para mí. El grito de los vendedores me distrae e interrumpe de una forma inexplicable. Por eso, para leer cosas como la gente, me tengo que alejar de todo aquello.
Después de un rato a alguien se le ocurre jugar al volley. Buscamos la pelota y nos ponemos a hacer pases. Unos minutos después, alguien dice algo así como:
-Bueno, juguemos un partidito.
Sí, sí. Bárbaro. Dos contra dos. Mamá, nena. Papá, nene.
Termina el partido luego de haber ido a buscar la pelota al mar unas 34 veces, pedido a alguien que por favor nos la diera, interrumpido momentos amorosos con nuestras disculpas y otras cuestiones.
Dejamos el partido de volley para otro momento.
Y llega el del tejo. ¡Mentes de tejo!
Querer jugar al tejo en una cancha de 2x2 en el medio de la playa, donde hay unas diez personas por metro cuadrado, es prácticamente imposible.
Y no sólo eso, sino que están los que te critican porque no sabés marcar una cancha regular en sus dimensiones. Aunque eso no me importa.
Termina el intento de partido de tejo y decido tirarme en la arena a que el Sol me consuma. El sol y el insoportable viento. Ese viento que te llena de arena el sandwich, el mismo que te entra en los ojos y no te deja ver, y que también es el mismo que a veces tira la sombrilla y la manda al carajo. Aunque después vuelve en manos de su dueño, para evitar muertes y cosas así.
Entre el calor y el viento no sabés dónde meterte y decís:
-Voy a ver cómo está el agua.
Caminás algunos metros, llegás al mar. Te metés. El agua está fría. Te quejás.
Si el agua hubiera estado caliente, también te hubieras quejado.
Salís, te da frío. Entrás y también tenés frío.
Te quedás un rato más, esperando a que el calor del cuerpo se estabilice con el agua. ¡Qué lindo el mar, eh! No te diste cuenta y pisaste algo punzante. O aún peor, una "aguaviva" te picó y tenés que salir corriendo del dolor que genera el ácido. Olvidaste el vinagre, ¡qué pena!
LLega la noche y pensás algo así como:"Bieen, al fin nos vamos a la casa". Sí, señor. Correcto. Van a la casa a bañarse y quitarse todo lo relacionado con la playa y salen a dar una "vueltita". Sí, vueltita. El lugar es tan chico que ni siquiera dan una vuelta. Una vueltita, entonces, consiste en caminar por la misma peatonal repleta de gente, de la misma que estaba al lado tuyo en la playa y ver diez veces los mismos pocos locales de ropa o lo que fuese.
Vuelven a la casa nuevamente. Esta vez a cenar y a dormir.
Cenan. Miran la televisión podrida y se van a dormir.
Los seis días restantes son prácticamente iguales a este. Algunos con lluvia.
¿Querían vacaciones? Ja.

Vacaciones en familia

Que a dónde vamos, cuándo salimos y cuándo llegamos, son tres de las infinitas preguntas que surgen a la hora de decidir las vacaciones en familia.
Acá no porque nos morimos de calor, allá no porque es muy lejos, acá es muy caro y allá está lleno de pelotudos como nosotros que buscan lo mismo que nosotros: un poco de paz y descanso, o algo así.
Entonces la situación se pone un poco densa.
Mamá quiere ir a la playa que está llena de gente, a tomar sol y cada tanto arrastrar sus pies hasta la orilla para que beban agua; papá y la nena prefieren la tranquilidad de la montaña y los nenes quieren el quilombo fenomenal de esta misma playa a la que la mamá desea ir, porque aman la muchedumbre aunque desconocen muchas de sus consecuencias.
Entonces el destino turístico se vuelve un signo de pregunta grande, muy grande.
-¿Y si mejor nos quedamos acá? - pregunta alguien ya rendido.
Siempre hay alguien que arruina todo. Pero igual se puede seguir adelante.
Yo, por lo tanto, propongo pasar unos pocos días en la playa y unos pocos días en la montaña y todos felices.
¡Buen viaje!




Programas de tevé

Los programas de televisión que te dicen "hoy tenemos un súper especial" de vaya uno a saber qué cosa, no es más que una versión un poquitín modificada de la edición anterior del mismo.
Que Zulma Lobato, que Guido Süller, que Moria Casán, que fulanito o menganita. Es siempre la misma historia. ¿No hay cosas un poco más relevantes de las cuales hablar? ¿Por qué (casi) todos los putos programas hablan de lo mismo?
¿Es tan importante hablar de la sexualidad de Zulma? ¿De las peleas entre vedettes?
Cómo se nota que no saben de qué carajo hablar ni qué decir al respecto.
Así es como se va pudriendo, de a poco, la poca televisión que nos queda.
Saquen esos programas pelotudos; pongan más programas educativos, por ejemplo.
Apesta, apesta.


jueves, 26 de noviembre de 2009

Marcha de la Bronca - Pedro y Pablo

Bronca cuando ríen satisfechos
al haber comprado sus derechos,
Bronca cuando se hacen moralistas
y entran a correr a los artistas,
Bronca cuando a plena luz del día
sacan a pasear su hipocresía,
Bronca de la brava, de la mía,
bronca que se puede recitar,
Para los que toman lo que es nuestro
con el guante de disimular,
Para el que maneja los piolines
de la marioneta general.
Para el que ha marcado las barajas
y recibe siempre la mejor.
Con el as de espadas nos domina
y con el de bastos entra a dar y dar y dar.
¡Marcha! Un, dos...
No puedo ver
tanta mentira organizada
sin responder con voz ronca
mi bronca,
mi bronca.
Bronca porque matan con descaro,
pero nunca nada queda claro.
Bronca porque roba el asaltante,
pero también roba el comerciante.
Bronca porque está prohibido todo,
hasta lo que haré de cualquier modo.
Bronca porque no se paga fianza
si nos encarcelan la esperanza.
Los que mandan tienen este mundo
repodrido y dividido en dos.
Culpa de su afán de conquistarse
por la fuerza o por la explotación.
Bronca, pues entonces, cuando quieren
que me corte el pelo sin razón,
es mejor tener el pelo libre
que la libertad con fijador.
¡Marcha! Un, dos...
No puedo ver
tanta mentira organizada
sin responder con voz ronca
mi bronca,
mi bronca.
Bronca sin fusiles y sin bombas.
Bronca con los dos dedos en Ve.
Bronca que también es esperanza.
Marcha de la bronca y de la fe...

miércoles, 25 de noviembre de 2009

La naturaleza está fuera de nosotros

En sus 10 mandamientos, Dios olvidó mencionar a la naturaleza. Entre las órdenes que nos envió desde el monte Sinaí, el Señor hubiera podido agregar, pongamos por caso: "Honrarás a la naturaleza de la que formas parte". Pero no se le ocurrió. Hace cinco siglos, cuando América fue apresada por el mercado mundial, la civilización invasora confundió a la ecología con la idolatría. La comunión con la naturaleza era pecado. Y merecía castigo. Según las crónicas de la Conquista., los indios nómadas que usaban cortezas para vestirse jamás desollaban el tronco entero, para no aniquilar el árbol, y los indios sedentarios plantaban cultivos diversos y con períodos de descanso, para no cansar a la tierra. La civilización que venía a imponer los devastadores monocultivos de exportación no podía entender a las culturas integradas a la naturaleza, y las confundió con la vocación demoníaca o la ignorancia. Para la civilización que dice ser occidental y cristiana, la naturaleza era una bestia feroz que había que domar y castigar para que funcionara como una máquina, puesta a nuestro servicio desde siempre y para siempre. La naturaleza, que era eterna, nos debía esclavitud. Muy recientemente nos hemos enterado de que la naturaleza se cansa, como nosotros, sus hijos, y hemos sabido que, como nosotros, puede morir asesinada. Ya no se habla de someter a la naturaleza, ahora hasta sus verdugos dicen que hay que protegerla. Pero en uno u otro caso, naturaleza sometida y naturaleza protegida, ella está fuera de nosotros. La civilización que confunde a los relojes con el tiempo, al crecimiento con el desarrollo y a lo grandote con la grandeza, también confunde a la naturaleza con el paisaje, mientras el mundo, laberinto sin centro, se dedica a romper su propio cielo.